¿Por qué la meditación y el auto-control son los pasos primordiales para encontrar la felicidad?
Porque la meditación es la llave maestra para nuestra paz interior, grandeza y evolución, como seres humanos, almas y espíritu. Además, la meditación es un vasto tema, que ha sido desarrollado a través de los años entre una gran variedad de religiones y tradiciones, pero el carácter básico de meditación fue tomado de una de las dos formas. La primera forma para aprender todo lo concerniente con el descubrimiento a la naturaleza de la existencia; el segundo concerniente a la comunicación con el external o universal concepto de Dios.
La meditación es el método por el cual entendemos y comprendemos el funcionamiento mental, para así poder controlarlo con mayor facilidad. Es también sabiduría y unión del ser interno con el universo vibracional.
Cuando nuestros pensamientos se dispersan en diversas direcciones, se malgasta la energía; pero con la meditación tienden a concentrarse y logramos más fácilmente enfocarnos en lo que deseamos.
La mayoría de nosotros está inatenta. Darse cuenta de esa inatención, es atención.
La meditación no es una fragmentación de la vida; no consiste en retirarse a un monasterio o encerrarse en una habitación sentándose quietamente por diez minutos o una hora en un intento de concentrarse para aprender a meditar, mientras que por el resto del tiempo uno continúa siendo un feísimo, desagradable ser humano.
Para percibir la verdad, uno debe poseer una mente muy aguda, clara y precisa —no una mente astuta, torturada, sino una mente capaz de mirar sin distorsión alguna, una mente inocente y vulnerable. Tampoco puede percibir la verdad una mente llena de conocimientos; sólo puede hacerlo una mente que posee completa capacidad de aprender. Y también es necesario que la mente y el cuerpo sean altamente sensibles —con un cuerpo torpe, pesado, cargado de vino y comida, no se puede tratar de meditar. Por lo tanto, la mente debe estar muy despierta, sensible e inteligente.
Las necesidades básicas para descubrir aquello que está mas allá de la medida del pensamiento, para descubrir algo que el pensamiento no ha producido son tres: 1) se debe producir un estado de altísima sensibilidad e inteligencia en la mente; 2) ésta debe ser capaz de percibir con lógica y orden; 3) finalmente, la mente debe estar disciplinada en alto grado.
Una mente que ve las cosas con total claridad, sin distorsión alguna, sin prejuicios personales, ha comprendido el desorden y está libre de él; una mente así es virtuosa, ordenada. Sólo una mente muy ordenada puede ser sensible, inteligente.
Es preciso estar atento al desorden que hay dentro de uno mismo, atento a las contradicciones, a las luchas dualísticas, a los deseos opuestos, atento a las actividades ideológicas y a su irrealidad. Uno ha de observar "lo que es" sin condenar, sin juzgar, sin evaluar en absoluto.
La mayor parte del tiempo está uno inatento. Si usted sabe que está inatento, y presta atención en el momento de advertir la inatención, entonces ya está atento.
La percepción alerta, la comprensión, es un estado de la mente de completo silencio, silencio en el cual no existe opinión, juicio ni evaluación alguna. Es realmente un escuchar desde el silencio. Y es sólo entonces que comprendemos algo en lo cual no está en absoluto envuelto el pensamiento. Esa atención, ese silencio, es un estado de meditación.
Comprender el ahora es un inmenso problema de la meditación —ello es meditación. Comprender el pasado totalmente, ver dónde radica su importancia, ver la naturaleza del tiempo, todo eso forma parte de la meditación.
En la meditación existe una gran belleza. Es una cosa extraordinaria. La meditación, no "cómo meditar".
La meditación es la comprensión de uno mismo y, por lo tanto, significa echar los cimientos del orden —que es virtud— en el cual existe esa cualidad de disciplina que no es represión ni imitación ni control. Una mente así, se halla, entonces, en un estado de meditación.
Meditar implica ver muy claramente, y no es posible ver claramente ni estar por completo involucrado en lo que uno ve, cuando hay un espacio entre el observador y la cosa observada. Cuando no hay pensamiento, cuando no hay información sobre el objeto, cuando no hay agrado ni desagrado sino tan sólo atención completa, entonces el espacio desaparece y, por lo tanto, está uno en relación completa con esa flor, con ese pájaro que vuela, con la nube o con ese rostro.
Porque la meditación es la llave maestra para nuestra paz interior, grandeza y evolución, como seres humanos, almas y espíritu. Además, la meditación es un vasto tema, que ha sido desarrollado a través de los años entre una gran variedad de religiones y tradiciones, pero el carácter básico de meditación fue tomado de una de las dos formas. La primera forma para aprender todo lo concerniente con el descubrimiento a la naturaleza de la existencia; el segundo concerniente a la comunicación con el external o universal concepto de Dios.
La meditación es el método por el cual entendemos y comprendemos el funcionamiento mental, para así poder controlarlo con mayor facilidad. Es también sabiduría y unión del ser interno con el universo vibracional.
Cuando nuestros pensamientos se dispersan en diversas direcciones, se malgasta la energía; pero con la meditación tienden a concentrarse y logramos más fácilmente enfocarnos en lo que deseamos.
La mayoría de nosotros está inatenta. Darse cuenta de esa inatención, es atención.
La meditación no es una fragmentación de la vida; no consiste en retirarse a un monasterio o encerrarse en una habitación sentándose quietamente por diez minutos o una hora en un intento de concentrarse para aprender a meditar, mientras que por el resto del tiempo uno continúa siendo un feísimo, desagradable ser humano.
Para percibir la verdad, uno debe poseer una mente muy aguda, clara y precisa —no una mente astuta, torturada, sino una mente capaz de mirar sin distorsión alguna, una mente inocente y vulnerable. Tampoco puede percibir la verdad una mente llena de conocimientos; sólo puede hacerlo una mente que posee completa capacidad de aprender. Y también es necesario que la mente y el cuerpo sean altamente sensibles —con un cuerpo torpe, pesado, cargado de vino y comida, no se puede tratar de meditar. Por lo tanto, la mente debe estar muy despierta, sensible e inteligente.
Las necesidades básicas para descubrir aquello que está mas allá de la medida del pensamiento, para descubrir algo que el pensamiento no ha producido son tres: 1) se debe producir un estado de altísima sensibilidad e inteligencia en la mente; 2) ésta debe ser capaz de percibir con lógica y orden; 3) finalmente, la mente debe estar disciplinada en alto grado.
Una mente que ve las cosas con total claridad, sin distorsión alguna, sin prejuicios personales, ha comprendido el desorden y está libre de él; una mente así es virtuosa, ordenada. Sólo una mente muy ordenada puede ser sensible, inteligente.
Es preciso estar atento al desorden que hay dentro de uno mismo, atento a las contradicciones, a las luchas dualísticas, a los deseos opuestos, atento a las actividades ideológicas y a su irrealidad. Uno ha de observar "lo que es" sin condenar, sin juzgar, sin evaluar en absoluto.
La mayor parte del tiempo está uno inatento. Si usted sabe que está inatento, y presta atención en el momento de advertir la inatención, entonces ya está atento.
La percepción alerta, la comprensión, es un estado de la mente de completo silencio, silencio en el cual no existe opinión, juicio ni evaluación alguna. Es realmente un escuchar desde el silencio. Y es sólo entonces que comprendemos algo en lo cual no está en absoluto envuelto el pensamiento. Esa atención, ese silencio, es un estado de meditación.
Comprender el ahora es un inmenso problema de la meditación —ello es meditación. Comprender el pasado totalmente, ver dónde radica su importancia, ver la naturaleza del tiempo, todo eso forma parte de la meditación.
En la meditación existe una gran belleza. Es una cosa extraordinaria. La meditación, no "cómo meditar".
La meditación es la comprensión de uno mismo y, por lo tanto, significa echar los cimientos del orden —que es virtud— en el cual existe esa cualidad de disciplina que no es represión ni imitación ni control. Una mente así, se halla, entonces, en un estado de meditación.
Meditar implica ver muy claramente, y no es posible ver claramente ni estar por completo involucrado en lo que uno ve, cuando hay un espacio entre el observador y la cosa observada. Cuando no hay pensamiento, cuando no hay información sobre el objeto, cuando no hay agrado ni desagrado sino tan sólo atención completa, entonces el espacio desaparece y, por lo tanto, está uno en relación completa con esa flor, con ese pájaro que vuela, con la nube o con ese rostro.
Es sólo la mente inatenta que ha conocido lo que es estar atenta, la que dice: "¿Puedo estar atenta todo el tiempo?" A lo que uno debe estar atento, pues, es a la inatención. Estar alerta a la inatención, no a cómo mantener la atención. Cuando la mente se da cuenta de la inatención, ya está atenta —no hay que hacer nada más.
La meditación es algo que requiere una formidable base de rectitud, virtud y orden. No se trata de algún estado místico o visionario inducido por el pensamiento, sino de algo que adviene natural y fácilmente cuando uno ha establecido las bases de una recta conducta. Sin tales bases, la meditación se vuelve meramente un escape, una fantasía. De modo que uno ha de asentar esas bases; en realidad, esta misma manera de asentar las bases, es la meditación.
Los meditadores profesionales nos dicen que es necesario ejercer el control. Cuando prestamos atención a la mente, vemos que el pensamiento vaga sin rumbo, por lo que tiramos de él hacia atrás tratando de sujetarlo; entonces el pensamiento vuelve a descarriarse y nosotros volvemos a sujetarlo, Y de ese modo el juego continúa interminablemente. Y si podemos llegar a controlar la mente de manera tan completa que ya no divague en absoluto, entonces —se dice— habremos alcanzado el más extraordinario de los estados. Pero en realidad, es todo lo contrario: no habremos alcanzado absolutamente nada. El control implica resistencia. La concentración es una forma de resistencia que consiste en reducir el pensamiento a un punto en particular. Y cuando la mente se adiestra para concentrarse por completo en una sola cosa, pierde su elasticidad, su sensibilidad, y se vuelve incapaz de captar el campo total de la vida.
El principio de la meditación es el conocimiento de uno mismo, y esto significa darse cuenta de todo movimiento del pensar y del sentir, conocer todas las capas de la conciencia, no sólo las superficiales sino las ocultas, las actividades profundas. Para ello, la mente consciente debe estar serena, calma, a fin de recibir la proyección del inconsciente. La mente superficial sólo puede lograr tranquilidad, paz y serenidad, comprendiendo sus propias actividades, observándolas, dándose cuenta de ellas; cuando la mente se da plena cuenta de todas sus actividades, mediante esa comprensión se queda en silencio espontáneamente; entonces el inconsciente puede proyectarse y aflorar. Cuando la totalidad de la conciencia se ha liberado, sólo entonces está en condiciones de recibir lo eterno.
Entre dos pensamientos hay un periodo de silencio que no está relacionado con el proceso del pensamiento. Si observas, verás que ese período de silencio, ese intervalo, no es de tiempo, y el descubrimiento de ese intervalo, la total experimentación del mismo, te libera del condicionamiento.
La meditación no es un medio para algo. Descubrir en todos los momentos de la vida cotidiana qué es verdadero y qué es falso, es meditación. La meditación no es algo por cuyo medio escapáis. Algo en lo que conseguís visiones y toda clase de grandes emociones. Mas el vigilar todos los momentos del día, ver cómo opera vuestro pensamiento, ver funcionar el mecanismo de la defensa, ver los temores, las ambiciones, las codicias y envidias, vigilar todo esto, indagarlo todo el tiempo, eso es meditación, o parte de la meditación. No tenéis que acudir a nadie para que os diga qué es meditación o para que os dé un método. Lo puedo descubrir muy sencillamente vigilándome. No me lo tiene que decir otro; lo sé. Queremos llegar muy lejos sin dar el primer paso. Y hallaréis que si dais el primer paso, ese es el último. No hay otro paso.
Krishnamurti
LAS SIETE REGLAS PARA LA CONCENTRACIÓN Y LA MEDITACIÓN
La meditación es algo que requiere una formidable base de rectitud, virtud y orden. No se trata de algún estado místico o visionario inducido por el pensamiento, sino de algo que adviene natural y fácilmente cuando uno ha establecido las bases de una recta conducta. Sin tales bases, la meditación se vuelve meramente un escape, una fantasía. De modo que uno ha de asentar esas bases; en realidad, esta misma manera de asentar las bases, es la meditación.
Los meditadores profesionales nos dicen que es necesario ejercer el control. Cuando prestamos atención a la mente, vemos que el pensamiento vaga sin rumbo, por lo que tiramos de él hacia atrás tratando de sujetarlo; entonces el pensamiento vuelve a descarriarse y nosotros volvemos a sujetarlo, Y de ese modo el juego continúa interminablemente. Y si podemos llegar a controlar la mente de manera tan completa que ya no divague en absoluto, entonces —se dice— habremos alcanzado el más extraordinario de los estados. Pero en realidad, es todo lo contrario: no habremos alcanzado absolutamente nada. El control implica resistencia. La concentración es una forma de resistencia que consiste en reducir el pensamiento a un punto en particular. Y cuando la mente se adiestra para concentrarse por completo en una sola cosa, pierde su elasticidad, su sensibilidad, y se vuelve incapaz de captar el campo total de la vida.
El principio de la meditación es el conocimiento de uno mismo, y esto significa darse cuenta de todo movimiento del pensar y del sentir, conocer todas las capas de la conciencia, no sólo las superficiales sino las ocultas, las actividades profundas. Para ello, la mente consciente debe estar serena, calma, a fin de recibir la proyección del inconsciente. La mente superficial sólo puede lograr tranquilidad, paz y serenidad, comprendiendo sus propias actividades, observándolas, dándose cuenta de ellas; cuando la mente se da plena cuenta de todas sus actividades, mediante esa comprensión se queda en silencio espontáneamente; entonces el inconsciente puede proyectarse y aflorar. Cuando la totalidad de la conciencia se ha liberado, sólo entonces está en condiciones de recibir lo eterno.
Entre dos pensamientos hay un periodo de silencio que no está relacionado con el proceso del pensamiento. Si observas, verás que ese período de silencio, ese intervalo, no es de tiempo, y el descubrimiento de ese intervalo, la total experimentación del mismo, te libera del condicionamiento.
La meditación no es un medio para algo. Descubrir en todos los momentos de la vida cotidiana qué es verdadero y qué es falso, es meditación. La meditación no es algo por cuyo medio escapáis. Algo en lo que conseguís visiones y toda clase de grandes emociones. Mas el vigilar todos los momentos del día, ver cómo opera vuestro pensamiento, ver funcionar el mecanismo de la defensa, ver los temores, las ambiciones, las codicias y envidias, vigilar todo esto, indagarlo todo el tiempo, eso es meditación, o parte de la meditación. No tenéis que acudir a nadie para que os diga qué es meditación o para que os dé un método. Lo puedo descubrir muy sencillamente vigilándome. No me lo tiene que decir otro; lo sé. Queremos llegar muy lejos sin dar el primer paso. Y hallaréis que si dais el primer paso, ese es el último. No hay otro paso.
Krishnamurti
LAS SIETE REGLAS PARA LA CONCENTRACIÓN Y LA MEDITACIÓN
Es sumamente importante, en primera instancia, poder diferenciar correctamente los estímulos que provienen del Yo superior de aquellos que proceden de la actividad ordinaria que el cerebro efectúa en base a las asociaciones causadas por los impulsos del mundo exterior.
Formas de producir estados espirituales
Una vez que el ser humano ha aprendido a identificar correctamente estas dos actividades mentales un siguiente paso será el de producir los estados espirituales en los que la actividad mental proveniente del Yo superior se vea favorecida y esto se puede hacer de diferentes formas: meditaciones, oraciones, elevación de nivel vibratorio mediante un cambio de estado anímico a voluntad, o bien frecuentando aquellos lugares cuya atmósfera psíquica predispone al ser a un estado superior de conciencia.
Así pues, la segunda práctica que aconsejaré, será la de provocar esos estados específicos espirituales, en los que el ser humano se aísla por momentos de las sensaciones exteriores, para concentrarse exclusivamente en aquellos impulsos que provienen de su ser interior.
Así pues, la segunda práctica que aconsejaré, será la de provocar esos estados específicos espirituales, en los que el ser humano se aísla por momentos de las sensaciones exteriores, para concentrarse exclusivamente en aquellos impulsos que provienen de su ser interior.
Entre los humanos occidentales no es muy frecuente encontrar personas lo suficiente disciplinados como para aislarse del mundo exterior con facilidad, es preciso entonces, mencionar algunas líneas que puedan servir de guía a todas aquellas personas que aún tienen problemas para encerrarse en su santuario interior.
Cabe mencionar que todo el problema reside en un enfoque de atención, porque aislarse de la realidad exterior no significa cerrar los oídos, los ojos y el resto de los sentidos para poder captar la realidad interior, tampoco significa encerrarse en un cuarto aislado a prueba de ruidos para lograr este mismo objetivo. El ser humano tiene la capacidad, aunque muchas veces no entrenada, de poder enfocar la totalidad de su atención a su mundo interno, sin embargo, la nula experiencia que se posee entre los occidentales, los incapacita para efectuar este tipo de tarea.
Como ejercicio para fortalecer la concentración en el ser íntimo, mencionaré siete reglas:
1) La respiración
Un control efectivo sobre la respiración en la cual aconsejamos: mantener un ritmo de siete tiempos para la inhalación, tres tiempos de retención, siete tiempos para exhalación tres tiempos nuevamente para retención.
El ejercicio de este tipo de respiración, produce tarde o temprano estados anímicos especiales en donde se ve favorecida la atención interna.
2) La relajación
Relajen su cuerpo. La relajación no es otra cosa que evitar estímulos provenientes de incomodidades o insatisfacciones que el organismo continuamente está mandando al cerebro y por lo tanto llamando su atención. Es preciso relajar el cuerpo de una manera total y completa, quiero decir con esto que la relajación no debe ser exclusivamente de músculos, sino también de los órganos internos. Una vez que los músculos han sido relajados mediante la acción de la voluntad del hombre, es preciso pasar a revisar cada uno de los órganos internos del cuerpo y visualizarlo en completa calma y reposo. Esto permite que la conciencia humana no reciba o al menos se reduzcan al mínimo, los estímulos provenientes del organismo.
3) Cruzar la manos y los pies
Es preferible cruzar las manos y los pies para cerrar de esta manera el circuito. La posición de Loto tan acostumbrada en las meditaciones orientales, es una posición excelente para la meditación, sin embargo, la anatomía de los occidentales no permite muchas veces este tipo de posiciones, sin embargo, cruzar los pies y las manos, o bien, teniendo las manos en la posición de meditación efectuando alguno de los Mudras que ustedes conocen, definitivamente producirá un efecto si no óptimo sí positivo, que favorecerá la meditación.
4) Ojos cerrados
Es preciso que sus ojos permanezcan cerrados porque de esta manera se evita cualquier estímulo de luz proveniente del exterior. Sin embargo, no únicamente los ojos cerrados eliminan los estímulos de afuera, sino que es preciso antes, efectuar un ligero movimiento de los ojos en círculos, para que de esta manera el músculo ocular también se vea relajado a la hora de efectuar meditaciones. Es muy común encontrar entre los estudiantes, que los párpados permanecen vibrando y los ojos inquietos aún cuando estos permanezcan cerrados.
5) Quietud mental
La quietud mental. La quietud mental se logra una vez que la respiración ha sido armonizada; la quietud mental se logra poniendo la atención en la respiración, de esta manera el flujo de pensamientos disminuirá y no deberá ser atendido ninguno de los pensamientos que crucen por la mente. Dejar fluir es uno de los secretos para evitar perder la concentración.
No bloqueen sus pensamientos, al contrario, déjenlos fluir mientras su atención permanece en la respiración; de esta forma su flujo mental irá disminuyendo hasta llegar casi hasta la inactividad.
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6) Irradiación de amor
Una vez que su ritmo mental ha bajado, empiecen a trabajar con los aspectos astrales, es decir, irradien amor hacia todo el Universo, hacia toda la Creación, dejen que su cuerpo y su conciencia sean invadidos por ese estado de armonía interna que produce exclusivamente ondas e irradiaciones de amor de una naturaleza de vibración muy alta.
Una vez que su ritmo mental ha bajado, empiecen a trabajar con los aspectos astrales, es decir, irradien amor hacia todo el Universo, hacia toda la Creación, dejen que su cuerpo y su conciencia sean invadidos por ese estado de armonía interna que produce exclusivamente ondas e irradiaciones de amor de una naturaleza de vibración muy alta.
7) Atención en el Maestro interno
Finalmente, como séptimo paso, pongan toda su atención en el MAESTRO, en ese Maestro Interior que los ha venido acompañando desde el principio de los tiempos y que seguirá con nosotros hasta el final de los mismos. Irradien amor hacia El y siendo el Amor una fuerza de Unión, inevitablemente producirá un acercamiento con El.
Guia práctica para la meditación
Con estos siete pasos que no son otra cosa que una guía práctica para la meditación, podrán ustedes inducir estados anímicos específicos que favorecen la interiorización del ser.
Antiguamente se pensaba que la meditación era simple y sencillamente el pensar de una manera sistemática sobre algún asunto, para encontrar alguna respuesta o conocimiento superior. Sin embargo, la meditación enfocada hacia el Maestro interior, definitivamente produce resultados óptimos en cuanto a que el ser recibe la explicación a aquellas incógnitas que su Yo superior sabe o reconoce más importantes, que las que él en su mente consciente pudiera estar pensando.
Dejen pues a su Maestro interior, decidir el tipo de instrucción y la profundidad de la misma que requiere cada uno de ustedes en su camino espiritual. Sean humildes en su inspiración, sean también humildes ante esos Grandes Seres que se presentan ante algunos de ustedes para transmitir ideas o mensajes, no penséis que alguna grandeza encierra su evolución por el hecho de que tal o cual MAESTRO se haya presentado ante vosotros, antes bien enfoquen su atención en la responsabilidad que esto implica, porque sin lugar a dudas, un conocimiento proveniente de altas esferas cósmicas, lleva también la gran responsabilidad de ser poseedor del mismo.
Antiguamente se pensaba que la meditación era simple y sencillamente el pensar de una manera sistemática sobre algún asunto, para encontrar alguna respuesta o conocimiento superior. Sin embargo, la meditación enfocada hacia el Maestro interior, definitivamente produce resultados óptimos en cuanto a que el ser recibe la explicación a aquellas incógnitas que su Yo superior sabe o reconoce más importantes, que las que él en su mente consciente pudiera estar pensando.
Dejen pues a su Maestro interior, decidir el tipo de instrucción y la profundidad de la misma que requiere cada uno de ustedes en su camino espiritual. Sean humildes en su inspiración, sean también humildes ante esos Grandes Seres que se presentan ante algunos de ustedes para transmitir ideas o mensajes, no penséis que alguna grandeza encierra su evolución por el hecho de que tal o cual MAESTRO se haya presentado ante vosotros, antes bien enfoquen su atención en la responsabilidad que esto implica, porque sin lugar a dudas, un conocimiento proveniente de altas esferas cósmicas, lleva también la gran responsabilidad de ser poseedor del mismo.
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